miércoles, 6 de febrero de 2019

Encuentro del tercer tipo: el recuerdo de la aparición de un ovni en La Florida.




El 4 de febrero de 1978 en el dique La Florida de San Luis (provincia de San Luis, Argentina), ocurrió un hecho sin precedente a 6 pescadores dentro de su embarcación, en la historia que estudia los fenómenos aeroespaciales anómalos denominada ufología.

Pedro Sosa fue uno de los seis de aquellos pescadores (los otros cinco fueron Regino Salvador "Ficha" Perroni, Manuel María Álvarez, Jacinto "El Cata" Lucero, Genaro y Ramón Sosa) que vieron el ovni y el descenso de un humanoide, que mira con atención todo a su alrededor. No quiere perder detalles de lo que ocurre. Vaya uno a saber por dónde andan sus pensamientos. Mira para todos lados tal vez queriendo recordar con detalles aquel sábado por la noche.


Pedro vuelve a mirar a la balsa y manifiesta; "Fue una noche muy ventosa entramos al dique en la balsa 'La Niña', -dice- pero el viento nos obligó a  regresar y decidimos subir a esta balsa que estaba abierta (y señala a sus espaldas a 'La Vallejo'), había poco pique, a eso de las 4:45 más o menos, una luz nos encandiló, fuimos sorprendidos y de repente enfrentamos a lo desconocido sin saber o imaginar qué nos hubiera pasado. Un enorme resplandor nos iluminó y pude observar junto a Regino, que se trataba de un objeto volador no identificado, un aparato metálico, que tenía la forma de un plato sopero al revés, que irradiaba una intensa y enceguecedora luz. Estaba suspendido en el aire sobre una pequeña loma que hoy no existe por la forestación, a espaldas nuestras porque el aparato no llegó nunca a tocar tierra o eso nos pareció, estaba a unos tres metros de altura, y medía unos 15 metros de diámetro".

“De repente se abrió una especie de escotilla y una escalerilla, como si fuera de un avión, vi que descendía un ser de forma humanoide, de más de dos metros de altura. Vestía un traje brilloso y plateado, ajustado al cuerpo como si fuera parte de él. Tenía o creí ver por una especie de escafandra transparente sus cabellos y sus facciones. No atinamos a nada, quedamos inmóviles sin palabras y sin saber qué hacer".

“El ser caminó por el terreno, se deslizó hacia la orilla del lago, a escasamente unos 15 metros. Sonriendo, el extraño, colocó sus manos, envueltas en una especie de guantes sin dedos, hacia adelante, con las palmas hacia arriba, en un gesto característico de amistad". Refiere.

Las manos ubicadas de esa manera, corresponde a una posición del yoga denominada "flor de loto" el gesto universal de "dar". El yoga es una doctrina filosófica hindú que se basa en las prácticas ascéticas, el éxtasis, la contemplación y la inmovilidad absoluta, para llegar al estado de perfección espiritual y al estado beatífico. Es un conjunto de técnicas de concentración que se practica para conseguir un mayor control físico y mental.

Sosa puntualiza; "Luego de efectuar ese gesto, giró y se dirigió a la escalerilla y se introdujo en el aparato. La portezuela se levantó y silenciosamente se levantó. Todo eso duro unos 20 o 30 segundos, la nave o lo que fuere, se elevó y se perdió en las serranías”.

"Regino quiso despertar a los demás al tiempo que la nave iniciaba su ascenso, pero se fue muy alto y quedó como una media luna en el infinito, yo diría que entró en otra atmósfera, hizo como que se hubiera roto algo".

Su hermano Ramón agrega, que él no vio nada porque estaba durmiendo solo cuando sus amigos le dieron aviso, alcanzó a ver el resplandor de la luz que se alejaba dejando una aureola que primero se achicó y se fue agrandando hasta disiparse totalmente.

"Nos despertaron a los gritos, creímos que era una estrella, como tantas otras que se han visto, pero esta era distinta, la potencia y la intensidad que emanaba esa luz les llamó la atención, nada dijimos, nos quedamos mudos, Estábamos desconcertados, y en silencio".

Al tomar conocimiento de los sucesos, el jefe de Policía de la Provincia de San Luis teniente coronel Raúl Benjamín López formó una comisión con personal de la División Científica, al mando del subcomisario Guillermo Andrés Sosa Pinto, para trasladarse hasta la zona donde presuntamente fue visto el ovni.

En el lugar donde se supone que se posó se efectuaron estudios de terreno, tomándose pruebas del suelo, pastos y piedras, fotografías, planos de ubicación y levantamiento de rastros.

Fotografiando todo el sector y el supuesto trayecto de la “caminata”. Se pudo constatar que en forma regular y en espacios de alrededor de 1,50, se visualizaron “rastros” con la característica de una huella en el terreno, cuyos bordes son irregulares, con la periferia de pastos aplastados y un centro desprovisto de plantas, quedando al descubierto el terreno.

Las huellas en general son de forma ovoide y con la impresión de haber sido producida por un elemento o sujeto de gran peso, dadas las características del terreno. Las huellas oscilan alrededor de los 40 centímetros de largo por 17 centímetros de ancho.

Por otra parte, se procedió a levantar rocas ubicadas en el posible itinerario a fin de determinar si existía radiactividad. Del análisis efectuado por la División Científica de la Policía de la Provincia y de la cátedra de Mineralogía dependiente de la Escuela de Geología y Minería de la Facultad de Ciencias Físico-Matemática y Naturales de la Universidad Nacional de San Luis, no se ha podido comprobar la presencia de radiactividad, magnetismo, ni tampoco alteraciones o signos producidos por agentes extraños.

Jesús Osvaldo Maluff, vecino y amigo de los protagonistas señala: "Con Manuel Álvarez fuimos a la Escuela Industrial y a los hermanos Sosa los conozco del barrio y me merecen toda la credibilidad posible, ellos nunca mienten".

"Por años fui propietario de la empresa de ómnibus 'El Puntano' y ese día, se nos había roto la caja de cambios de una unidad cerca de Pampa del Tamboreo. A la noche fuimos con un mecánico de apellido Castro y en eso estábamos cuando alcancé a ver una luz que serpenteaba entre los cerros. ¡Mirá! ¡Castro mirá! El mecánico se dio vuelta y me contestó que te pasa, ¡te entró el miedo!! Y ahí quedó todo".

"La sorpresa fue  ver esa  luz muy fuerte, sorprendente e incandescente. Al tercer día veo la noticia en El Diario de San Luis del famoso avistamiento".

Ramón Sosa recuerda que "hace unos cinco años volvimos a ver otros platillos en la ruta cuando regresábamos a San Luis. Nosotros hemos dicho lo que vimos, lo que nos ocurrió, nunca mentimos y eso está certificado por gente experta en el tema, y en tono risueño agrega: 'Nosotros estamos metidos en esto y sabemos qué es. No sé porqué nos persiguen".

Amadeo Polanco, uno de los armadores de la balsa, dice que la misma tiene unos 20 metros de largo y unos 4 de ancho, es muy confiable porque tiene una estructura muy fuerte y hace un par de años le reacondicionaron los flotadores. "Seguramente esta embarcación será parte de la historia de San Luis si se le da el lugar que merece". Afirma.

La famosa balsa, denominada "La Vallejo" protagonista de estos hechos, está matriculada bajo la denominación D-00333-2 y sus  propietarios fueron José Ricardo Vallejo, Alonso Ortega, Ercilia Ana Sosa, Adriana Noemí Vito y Vicente Jesús Romero.

El hecho ocurrió el sábado 4 de febrero de 1978 en el Club Náutico y de Pesca La Florida cuyo presidente es José Ramón "Pepe" Miloni y fue mundialmente conocido. La ciencia aun estudia el caso.

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